“Cada bolero es una historia de amor que nunca termina.”
— Doris, la Reina del Bolero
Por: María José Moro

Hablar de Doris, la Reina del Bolero es evocar la nostalgia y la elegancia de una época en la que la música contaba historias al oído. Originaria de la Ciudad de México, y con más de seis décadas de trayectoria, Doris se ha convertido en una guardiana del bolero clásico y en un referente del género romántico. Con su voz suave y emotiva, ha conquistado escenarios dentro y fuera del país, grabando más de 200 canciones y colaborando con figuras emblemáticas de la música mexicana.
En esta entrevista, Doris comparte su visión sobre el poder de la música, la responsabilidad de mantener vivo el legado cultural y la conexión íntima que el bolero crea entre quien canta y quien escucha.
¿Qué representa para usted el bolero en la vida personal y artística?
El bolero es mi historia, mi raíz y mi forma de decir lo que muchas veces el corazón calla. Es un lenguaje del alma. Cada canción que interpreto es un fragmento de vida, mío o de alguien más, pero siempre con emoción verdadera. En el bolero no se puede fingir: o sientes, o no cantas.
Su carrera ha sido larga y consistente. ¿Cómo se mantiene viva esa pasión después de tantos años?
Porque el amor nunca envejece. Yo no canto por rutina, canto porque sigo sintiendo. Cada vez que subo al escenario es como la primera vez: hay nervios, emoción, respeto por el público. La música me ha dado todo, y yo le devuelvo todo lo que soy.
¿Cómo fue abrirse camino como mujer cantante en una época dominada por hombres?
No fue fácil. Había que cantar con fuerza pero sin perder la dulzura. Ganarse el respeto en un medio tan competitivo requiere carácter, pero también mucha humildad. Yo no peleaba por espacio, dejaba que mi voz hablara por mí. Con el tiempo, eso fue construyendo mi nombre.
¿Qué diferencia encuentra entre el público de antes y el de ahora?
Antes, el público escuchaba con el corazón. Hoy también, pero hay tanta prisa, tanto ruido, que a veces cuesta detenerse a sentir. Aun así, cuando empieza un bolero, el tiempo se detiene. No importa la edad, todos hemos amado, perdido o recordado. Eso es lo que une a las generaciones.
¿Cuál ha sido su mayor enseñanza como artista?
La humildad. Uno es un canal, nada más. La voz no es mía, es prestada. Y el escenario es un lugar sagrado donde se honra al amor, al dolor, a la esperanza. Aprendí que la fama es efímera, pero la emoción verdadera permanece.
¿Siente una responsabilidad cultural como intérprete del bolero?
Muchísima. El bolero es patrimonio sentimental de México y de América Latina. Si nosotros no lo cuidamos, ¿quién lo hará? Cantarlo es preservar nuestra historia emocional, es no dejar morir la elegancia del decir con poesía.
En un mundo donde predomina lo instantáneo, ¿qué lugar tiene la música romántica tradicional?
Tiene el mismo que siempre: el del corazón. Puede que cambien las modas, pero el bolero nunca desaparece, solo duerme un rato. Siempre hay alguien que vuelve a él buscando algo que no encontró en otro lado: verdad, ternura, profundidad.

¿Qué papel juega la emoción en la interpretación de un bolero?
La emoción lo es todo. Puedes tener la mejor técnica vocal, pero si no sientes lo que cantas, el público lo nota. El bolero es una conversación íntima con el corazón del otro. Cada palabra lleva una intención, cada pausa cuenta una historia.
¿Cómo ha cambiado su relación con la música a lo largo del tiempo?
Antes, cantaba para demostrar; ahora, canto para compartir. Con los años, uno entiende que no se trata de lucirse, sino de tocar almas. Mi relación con la música se ha vuelto más profunda, más serena. Hoy valoro más el silencio entre notas que el aplauso.
¿Alguna canción que haya marcado su vida especialmente?
Muchas, pero si tuviera que elegir una, diría “Historia de un amor”. Es una canción que resume tanto del sentir humano… amor, pérdida, anhelo. Cada vez que la interpreto, me conecta con momentos muy personales y con recuerdos que todavía duelen bonito.
¿Cómo enfrenta el paso del tiempo en una carrera artística tan larga?
Con gratitud. El tiempo no me roba, me enseña. He aprendido a valorar cada presentación como si fuera la última. Y si la voz ya no tiene el brillo de antes, tiene más alma. Eso es lo que me mantiene vigente: cantar con más verdad que nunca.
¿Le gustaría que nuevas generaciones reinterpretaran su legado?
Por supuesto. Me encantaría que las y los jóvenes redescubrieran el bolero a su manera, sin miedo a mezclarlo o reinventarlo. El legado no es para congelarlo, es para que crezca. Si mi voz puede inspirar nuevas versiones, habré hecho algo valioso.
¿Qué siente cuando el público aún la llama “La Reina del Bolero”?
Una ternura inmensa. Es un título que me honra, pero también me compromete. Ser llamada “reina” no es un premio, es una responsabilidad. Y mientras tenga voz y corazón, seguiré tratando de estar a la altura de ese cariño.
Finalmente, ¿Cómo le gustaría que la recordaran?
Como una mujer que cantó con el alma. Que respetó su arte, que fue fiel a su estilo y que nunca dejó de creer en el poder del amor cantado.